Osho transformación del 01 al 10

Osho transformación del 1 al 10

Oráculo Osho transformación. Carta 01ª. No-Mente.

Oráculo Osho transformación. Carta 02ª. Comunión.

Oráculo Osho transformación. Carta 03ª. Iluminación.

Oráculo Osho transformación. Carta 04ª. Sinceridad.

Oráculo Osho transformación. Carta 05ª. El Último Accidente.

Oráculo Osho transformación. Carta 06ª. Avaricia.

Oráculo Osho transformación. Carta 07ª. Más Allá de la Avaricia.

Oráculo Osho transformación. Carta 08ª. El Ser Discípulo.

Oráculo Osho transformación. Carta 09ª. El Milagro Más Grande.

Oráculo Osho transformación. Carta 10ª. Valía.

01. No-Mente.
Lo máximo y lo inexpresable

El estado de no-mente es el estado de lo divino. Dios no es un pensamiento sino la experiencia de la ausencia de pensamientos. No es un contenido mental; es la explosión que se produce cuando la mente carece de contenidos. No es un objeto que puedas ver; es la misma capacidad de ver. No es lo visto, sino quien ve. No es como las nubes que se juntan en el cielo, sino como un cielo sin nubes. Es ese cielo vacío.

Cuando la conciencia no se proyecta en ningún objeto, cuando no hay nada que ver, nada que pensar, y sólo hay vacío alrededor, entonces uno cae sobre sí mismo. No hay lugar donde ir: uno se relaja en su propia fuente, y esa fuente es Dios.
Tu ser interno no es otra cosa que tu cielo interno. El cielo está vacío, pero el cielo vacío lo contiene todo, toda la existencia, el sol, la luna, las estrellas, la tierra, los planetas. El cielo vacío da espacio a todo lo que es, forma el trasfondo de toda la existencia. Las cosas vienen y van, y el cielo sigue siendo el mismo.
Exactamente de la misma forma tienes un cielo interno, que también está vacío. Las nubes vienen y van, los planetas nacen y desaparecen, las estrellas surgen y mueren, y el cielo interno permanece igual, intocado, inmaculado, íntegro. A ese cielo interno lo llamamos sakshin , el testigo, y es el objetivo de toda meditación.
Entra y disfruta del cielo interno. Recuerda: no eres ninguna de las cosas que puedes ver. Puedes ver los pensamientos, entonces no eres los pensamientos; puedes ver los sentimientos, entonces no eres los sentimientos; puedes ver los sueños, los deseos, los recuerdos, las imaginaciones, las proyecciones, entonces no eres nada de eso. Sigue eliminando todo lo que puedas ver. Entonces, un día llega el momento tremendo, el momento más significativo de la vida, cuando no queda nada que rechazar. Todo lo visto desaparece y sólo queda el que ve. Y el que ve es el cielo vacío.
Saberlo es no tener miedo, y saberlo es, además, estar lleno de amor. Saberlo es ser Dios, es ser inmortal.

02. Comunión.
Armonía dentro y fuera

El hombre está viviendo como una isla y es de ahí de donde surgen todas las desgracias. A lo largo de los siglos el hombre ha tratado de vivir independientemente de la existencia, cosa imposible por la propia naturaleza de las cosas. El hombre no puede ser independiente ni dependiente. La existencia es un estado de interdependencia: todo depende de todo lo demás. No hay jerarquía, nadie está por arriba ni por abajo de los demás. La existencia es una comunión, una historia de amor eterna. Pero la idea de que el hombre tiene que estar más alto, ser superior o especial, crea problemas. El hombre no tiene que ser nada; tiene que disolverse en la totalidad de las cosas. Cuando dejamos caer todas las barreras se produce la comunión, y esa comunión es una bendición. Ser uno con la totalidad lo es todo. Éste es el núcleo mismo de la religiosidad.

Pero la idea de que el hombre tiene que estar más alto, ser superior o especial, crea problemas. El hombre no tiene que ser nada; tiene que disolverse en la totalidad de las cosas. Cuando dejamos caer todas las barreras se produce la comunión, y esa comunión es una bendición. Ser uno con la totalidad lo es todo. Éste es el núcleo mismo de la religiosidad.

Heráclito dice: Las cosas no irían mejor si todo les ocurriera a los hombres según sus deseos. A menos que esperes lo inesperado no podrás encontrar la verdad, porque es difícil de descubrir y difícil de lograr. A la naturaleza le encanta esconderse. El señor cuyo oráculo está en Delphi ni habla ni oculta, sólo da señales.

Comunión

La existencia no tiene lenguaje… y si dependes del lenguaje no podrás comunicarte con la existencia. La existencia es un misterio, no puedes interpretarlo. Si lo interpretas, lo pierdes. La existencia puede ser vivida, pero no pensada. Se parece más a la poesía que a la filosofía. Es una señal, es una puerta. Muestra, pero no dice nada.

No podemos acercarnos a la existencia a través de la mente. Si piensas sobre ella, puedes seguir pensando, pero, por más que lo hagas, nunca la alcanzarás, porque el propio pensamiento es la barrera. El pensamiento es un mundo privado, te pertenece; a continuación te deja encerrado, encapsulado, prisionero dentro de ti mismo. Si no piensas, dejas de ser; dejas de estar encerrado. Estás abierto, te haces poroso, la existencia fluye dentro de ti y tú fluyes en la existencia.

Aprende a escuchar: escuchar significa estar abierto, vulnerable, receptivo, pero de ningún modo significa pensar. Pensar es una acción positiva. Escuchar es pasivo: eres como un valle que recibe; eres como un útero que recibe. Si puedes escuchar, entonces la naturaleza habla, pero sin lenguaje. La naturaleza no emplea palabras. ¿Entonces qué es lo que usa? Como dice Heráclito, usa signos. Vemos una flor: ¿Cuál es el signo que contiene? No está diciendo nada, pero, ¿puedes realmente afirmar que no dice nada? Dice muchas cosas, pero no emplea palabras: es un mensaje sin palabras.

Para oír lo que no tiene palabras tendrás que abandonar las palabras, porque sólo lo similar puede oír a lo similar, sólo lo similar puede relacionarse con lo similar.

Cuando te sientes junto a una flor, no seas una persona, sé una flor. Cuando te sientes junto a un árbol, no seas una persona, sé un árbol. Cuando te bañes en el río, no seas un hombre, sé el río. Entonces recibes miles de señales. Y no se trata de comunicación, es una comunión. La naturaleza habla, y habla en miles lenguas, pero en ningún lenguaje.

03. Iluminación.
Por qué Buda espera en las puertas del cielo

Hagas lo que hagas, hazlo en profunda alerta; entonces, incluso las mínimas cosas se vuelven sagradas. Entonces cocinar o limpiar se vuelven algo sagrado; se convierten en una adoración. La cuestión no reside en lo que haces, sino en cómo lo haces. Puedes limpiar el suelo como un robot, de manera mecánica; como tienes que limpiarlo, lo limpias; entonces te pierdes algo precioso. Limpiar el suelo podría haber sido una gran experiencia; te la has perdido. El suelo queda limpio, pero ha dejado de ocurrir algo que podría haber ocurrido dentro de ti. Si eres consciente, si estás alerta, además del suelo, tú mismo habrías recibido una profunda limpieza. Limpia el suelo con plena conciencia, irradiando conciencia. Trabaja, siéntate o camina, pero hay algo que tiene que ser un hilo continuo: ilumina más y más momentos de tu vida con la luz de la conciencia. Deja que la vela de la conciencia arda en todo momento, en cada acto. El efecto acumulativo de esta práctica es la iluminación. El efecto acumulativo, juntando todos los momentos, todas las pequeñas velas, se convierten en una gran fuente de luz.

Iluminación

Limpia el suelo con plena conciencia, irradiando conciencia. Trabaja, siéntate o camina, pero hay algo que tiene que ser un hilo continuo: ilumina más y más momentos de tu vida con la luz de la conciencia. Deja que la vela de la conciencia arda en todo momento, en cada acto. El efecto acumulativo de esta práctica es la iluminación. El efecto acumulativo, juntando todos los momentos, todas las pequeñas velas, se convierten en una gran fuente de luz.

Cuenta la historia que cuando Gautama Buda murió, llegó a las puertas del paraíso. Esas puertas raras veces se abren, sólo una vez cada muchos siglos; los visitantes no llegan todos los días y cuando alguien llega a sus puertas, todo el paraíso lo celebra. Una conciencia más ha conseguido florecer y la existencia es mucho más rica de lo que era antes.

Las puertas estaban abiertas y el resto de los iluminados que habían entrado antes al paraíso… porque en el budismo no hay Dios, pero los iluminados son divinos: por tanto, hay tantos dioses como seres iluminados. Todos se habían reunido en las puertas con música, canciones y danzas. Querían dar la bienvenida a Gautama Buda pero, para su sorpresa, él estaba de pie dando la espalda a las puertas. Su rostro todavía miraba a la distante orilla que había dejado atrás.

Ellos dijeron, «Qué extraño. ¿A quién espera?»

Y se dice que el Buda respondió, «Mi corazón no es tan pequeño. Estoy esperando a aquellos a los que he dejado atrás y siguen luchando en el camino. Son mis compañeros de viaje. Podéis mantener las puertas cerradas, tendréis que esperar un poco para celebrar mi entrada en el paraíso porque he decidido ser el último en atravesarlas. Cuando todos se hayan iluminado y hayan entrado por la puerta, cuando no quede nadie fuera, entonces será mi momento de entrar.»

Esta historia es una historia, no puede ser un hecho real. No es algo que dependa de uno; cuando te iluminas entras en la fuente universal de la vida. No es una cuestión de elección o de decisión. Pero la historia es que él sigue intentándolo, incluso después de morir. Esta historia surgió de lo que dijo que iba a hacer el último día antes de morir: que os esperaría a todos.

Ya no puede esperar más, ya ha esperado mucho más de lo que le correspondía. Ya debería haberse ido pero, viendo tu desgracia y tu sufrimiento, de algún modo sigue allí. Pero cada vez la espera se hace más imposible. Tendrá que dejarte atrás —con desgana— pero te esperará en la otra orilla. No entrará en el paraíso porque hizo una promesa: «No olvidéis que estaré allí esperándoos durante siglos. Pero daos prisa, no me defraudéis, y no me hagáis esperar demasiado».

04. Sinceridad.
La Búsqueda de Bodhidharma por un Discípulo

Sólo hay que recordar una cosa: sé auténtico, sé sincero contigo mismo. Declara tu verdad al precio que sea. Aunque tengas que arriesgar la vida, arriésgala, porque la verdad es mucho más valiosa que ninguna otra cosa, porque la verdad es verdadera vida.

Esto me recuerda a Bodhidharma, que introdujo el zen en China… El emperador salió a recibirle a la frontera; y si hubiera sido cualquier otro que Bodhidharma, el emperador le habría cortado la cabeza inmediatamente porque se estaba comportando de una manera muy impertinente. El emperador había construido miles de templos, había alzado miles de estatuas de Buda. Había mil estudiosos traduciendo continuamente las palabras de Buda del Pali al chino, y diez mil monjes eran alimentados por la tesorería imperial. El emperador había hecho mucho para que China fuera budista. Obviamente, pensaba que sus actos serían valorados, por eso dijo, «He hecho todo esto. ¿Qué piensas? ¿Cuál es la virtud alcanzada con todo ello?»

Bodhidharma dijo, «¿Virtud? ¡Idiota!» —y lo dijo enfrente de toda la corte que acompañaba al emperador.

El emperador no podía entenderlo. El dijo, «No entiendo por qué te enfadas tanto.»

Bodhidharma replicó, «Estás destruyendo la palabra viva y estás alimentando a esos eruditos que en nada contribuyen a la conciencia de la gente. ¿Y todavía tienes el valor de preguntar si estás acumulando grandes virtudes? ¡Irás directo al infierno!» El emperador pensó, «¿Cómo puedo salir de la trampa que me pone este hombre? Estoy en la jaula del león y no puedo salir…» Poco después, el emperador regresó a palacio y Bodhidharma se quedó en las colinas que rodean la frontera china. Se quedó sentado en un templo mirando a la pared durante nueve años y declaró: «Hablar con gente que no entiende es como hablarle a la pared. Pero hablando a la pared al menos uno tiene el consuelo de que es una pared. Sólo giraré el rostro cuando se presente alguien digno de escuchar la palabra viva».

Nueve años es mucho tiempo, pero, finalmente, una mañana el hombre se presentó. Dijo a Bodhidharma, Escucha, creo que soy la persona que has estado esperando. Para probarlo, se cortó una mano con su espada, la echó en el regazo de Bodhidharma y dijo, «¡Gírate hacia mí o me corto la cabeza aquí mismo y tú serás el responsable!»

Bodhidharma se dio la vuelta inmediatamente y dijo, «Es suficiente. ¡Ésta es la prueba de que estás tan loco como yo quiero! Siéntate. No hace falta que te cortes la cabeza, tenemos que hacer uso de ella; vas a ser mi sucesor.»

Un hombre que se corta la mano para probar la sinceridad de su búsqueda… y Bodhidharma no duda ni por un momento de que se hubiera cortado la cabeza si no se hubiese vuelto. Se habría cargado innecesariamente con la responsabilidad de haber matado a un hombre, y además un hombre tan hermoso, tan valiente. Ciertamente aquel hombre fue el sucesor de Bodhidharma.

Pero nadie sabe lo que ocurrió entre ellos. No se pronunció ni una palabra; Bodhidharma simplemente se volvió hacia él, le dijo que se sentara, le miró a los ojos… caía nieve y alrededor había un silencio inmenso. No se planteó ninguna pregunta ni se dio ninguna respuesta. Pero algo debe haber ocurrido porque de otro modo Bodhidharma no lo hubiera elegido como discípulo.

05. El Último Accidente.
Chiyono y su balde con agua

Lo que produce la iluminación no es una secuencia de causas. Tu búsqueda, tu intenso anhelo, tu disposición a hacer cualquier cosa, todo ello junto crea cierto aroma a tu alrededor en el que ese gran accidente se hace posible.

La monja Chiyono estudió durante años pero era incapaz de encontrar la iluminación. Una noche estaba transportando un viejo cubo lleno de agua. Mientras caminaba, observaba la luna reflejada en el agua del cubo. De repente, las tiras de bambú que sujetaban las piezas del cubo se rompieron y el cubo se deshizo. El agua se derramó y el reflejo de la luna desapareció; y Chiyono se iluminó. Escribió el siguiente verso: De un modo y otro traté de mantener el cubo íntegro, esperando que el débil bambú nunca se rompiera.

De repente, el fondo se cayó. No más agua; no más reflejo de la luna en el agua, vaciedad en mi mano.

La iluminación es siempre como un accidente porque es imprevisible, porque no puedes gestionarla, no puedes hacer que ocurra. Pero no me entendáis mal, porque cuando digo que la iluminación es como un accidente, no estoy diciendo que no hagáis nada para obtenerla. El accidente sólo ocurre a los que hacen mucho para que les ocurra, aunque nunca les ocurre por lo que hacen. Ese hacer sólo es la causa que crea la situación por la que tiende a ocurrir el accidente, eso es todo. Éste es el significado de ese magnífico suceso.

Accidente

Debo deciros algo de Chiyono. Era una mujer muy hermosa. Cuando era joven, hasta el emperador y los príncipes iban tras ella. Ella se negaba porque sólo quería ser amante de lo divino. Fue de monasterio en monasterio intentando hacerse monja, pero hasta los grandes maestros se negaban–tenían a su cargo muchos monjes y ella era tan hermosa que se olvidarían de Dios y de todo lo demás. Por eso, allí donde iba, encontraba las puertas cerradas.

¿Qué hizo Chiyono? Encontró una salida, se quemó la cara y se la llenó de cicatrices. Y después fue a un maestro que ni siquiera podía reconocer si era hombre o mujer. Entonces fue aceptada como monja. Estudió y meditó durante treinta, cuarenta años sin parar.

Entonces, de repente, una noche… estaba mirando la luna reflejada en el cubo de agua. De repente el cubo se cayó, el agua se derramó y la luna desapareció; ése fue el detonante.

Siempre hay un punto crucial en el que lo viejo desaparece y lo nuevo comienza, en el que renacemos. Ése fue el punto crucial. De repente, el agua se derramó y ya no había luna. Entonces Chiyono debe haber mirado hacia arriba para ver la verdadera luna. De repente despertó al hecho de que todo es un reflejo, una ilusión, porque vemos las cosas a través de la mente. Cuando se rompió el cubo, la mente también se rompió. Estaba preparada. Todo lo que podía hacerse ya se había hecho. Ella ya había hecho todo lo posible. No quedaba nada, estaba preparada, se lo había ganado. Este accidente ordinario se convirtió en el punto crucial, el detonante.

De repente el fondo se cayó– fue un accidente. No más agua, no más luna en el agua; vaciedad en mi mano.

Y esto es la iluminación: cuando tienes la vaciedad en tu mano, cuando todo está vacío, cuando no hay nadie, ni siquiera tú. Has llegado al rostro original del zen.

06. Avaricia.
Una parábola acerca de la ambición y la prisa

Cuando la gente se vuelve avara, empieza a tener mucha prisa, y trata de encontrar el modo de hacer las cosas más rápido. Lo hacen todo corriendo porque piensan que la vida se les agota. Son las personas que dicen: «El tiempo es dinero». ¿El tiempo es dinero? El dinero es muy limitado; el tiempo es limitado. El tiempo no es dinero, el tiempo es eternidad; siempre ha estado ahí y siempre estará. Y tú siempre has estado aquí y siempre estarás. Por tanto, abandona la avaricia y no te preocupes por los resultados. A veces, por tu impaciencia, pierdes muchas cosas.

Os contaré una antigua parábola india…

Un gran santo, Narada, iba hacia el paraíso. Solía viajar entre la tierra y el paraíso. Era como el mensajero que unía ambos mundos; hacía de puente.

Se encontró con un anciano sabio, ya muy mayor, que sentado bajo un árbol repetía su mantra. Había estado repitiendo su mantra durante muchos años y muchas vidas. Narada le preguntó: —¿Te gustaría preguntar algo? ¿Quieres que le transmita algún mensaje tuyo al Señor?

El anciano abrió los ojos y dijo: —Pregúntale sólo una cosa: ¿cuánto más tendré que esperar? ¿Cuánto más? Dile que es demasiado. He estado repitiendo este mantra durante muchas vidas, ¿cuánto tiempo más tengo que seguir haciéndolo? Estoy cansado de él, estoy aburrido.

Avaricia

Al lado del anciano sabio, debajo de otro árbol, había un joven con una ektara, un instrumento de una sola cuerda, tocándolo y bailando. Narada le preguntó en broma: —¿Te gustaría saber cuánto tiempo te queda para iluminarte? Pero el joven ni siquiera se molestó en responder. Siguió bailando. Narada volvió a preguntarle: —Voy a ver al Señor. ¿Tienes algún mensaje para él? Pero el joven se rió y siguió bailando.

Cuando Narada volvió unos días después, le dijo al anciano: —Dios ha dicho que tendrás que esperar al menos tres vidas más. El anciano se enfadó tanto que arrojó el rosario de cuentas lejos de sí. ¡Tenía ganas de pegar a Narada! Y dijo: —¡Esto no tiene ningún sentido! He estado esperando tanto tiempo, y he practicado todo tipo de austeridades: he cantado, he ayunado, he hecho todos los rituales. He cumplido todos los requisitos. Tres vidas; ¡es injusto!

El joven seguía bailando bajo su árbol y estaba muy contento. Narada tenía miedo, pero se le acercó y le dijo: —Aunque tú no hayas preguntado nada, yo inquirí por mi propia curiosidad. Cuando Dios dijo que al anciano le quedaban todavía tres vidas, pregunté por el joven que bailaba a su lado y tocaba la ektara. Y Dios dijo: «Ese joven tendrá que esperar tantas vidas como hojas hay en el árbol bajo el que baila».

Entonces el joven comenzó a bailar aún más deprisa y dijo: —¿Tantas vidas como hojas hay en este árbol? Entonces ya no estoy muy lejos, ¡es como si ya hubiera llegado!, piensa en todos los árboles que hay en la tierra. ¡Compara! Estoy muy cerca. Gracias por haber preguntado.

Y se puso a bailar otra vez. Y la historia cuenta que instantáneamente, en ese mismo momento, el joven se iluminó.

07. Más Allá de la Avaricia.

Una parábola acerca de la ambición y la prisa

Cuando la gente se torna llena de avaricia, a la vez se torna en gente apurada, y sigue buscando más formas de lograr mayor velocidad. Están continuamente corriendo porque, piensa que la vida se le está acabando. Esta es la gente que dice, «El tiempo es dinero».

¿El tiempo es dinero? El dinero es muy limitado; el tiempo es ilimitado. El tiempo no es dinero, el tiempo es la eternidad – siempre ha estado y siempre estará aquí. Y tú has estado siempre aquí y tú estarás siempre aquí

Por esto, deja la avaricia, y no te preocupes por los resultados. A veces sucede – que por tu impaciencia – te pierdes muchas cosas.

El hombre está lleno cuando está en sintonía con el universo; si no está en armonía con el universo entonces está vacío, totalmente vacío. Y de ese vacío surge la avaricia. La avaricia trata de llenarnos —de dinero, de casas, de muebles, de amigos, de amantes, de cualquier cosa— porque uno no puede vivir vacío. Es algo horroroso, una vida fantasmagórica. Si estás vacío y no hay nada dentro de ti, vivir es imposible.

Para sentirte lleno, para sentir que tienes mucho dentro de ti, sólo hay dos caminos: o bien te sintonizas con el universo… Entonces te sientes lleno de la totalidad, de las flores y las estrellas. Están tanto dentro como fuera de ti. Ésa es la verdadera plenitud. Pero si no lo haces —y hay millones de personas que no lo hacen— entonces lo más fácil es llenarse de cualquier trasto viejo.

Avaricia

La avaricia significa que sientes un profundo vacío y que estás dispuesto a llenarlo de cualquier cosa que esté a mano, sin importarte lo que sea. Una vez que entiendes esto, no te queda nada más que hacer con la avaricia. Lo que te queda por hacer es entrar en comunión con el todo para que desaparezca el vacío interno. Y con él, desaparece toda avaricia.

Pero en todo el mundo hay mucha gente loca que busca cosas para llenar su vacío. Unos acumulan dinero, aunque no lo usen. Otros se dedican a comer; y continúan tragando aunque no tengan hambre. Saben que eso les va a crear sufrimiento, que enfermarán, pero no pueden impedirlo. Esta forma de comer también es una manera de llenarse.

Por lo tanto, hay muchas maneras de llenar el vacío, aunque nunca se llena del todo: sigue habiendo un vacío y tú sigues sintiéndote desgraciado porque nunca es suficiente. Siempre hace falta más, y la demanda de más y más no acaba nunca.

Tienes que entender el vacío que estás tratando de llenar y preguntarte: «¿Por qué estoy vacío? Toda la existencia es tan plena, ¿por qué me siento vacío? Quizá haya perdido la pista, ya no sigo la dirección correcta, mi dirección existencial. Ésa es la causa de mi vacío».

Por tanto, sigue tu dirección existencial.

Abandónate y acércate a la existencia en silencio y en paz, en meditación. Y un día te darás cuenta de que estás tan lleno —rebosante—, rebosas alegría, dicha, bendición. Tienes tanto que puedes darlo al mundo sin quedarte exhausto.

Ese día, por primera vez, no sentirás ninguna avaricia, ningún deseo de dinero, alimentos ni cosas, no querrás nada.

Vivirás con naturalidad y encontrarás lo que necesites.

08. El Ser Discípulo.
Los muchos profesores de Junnaid

Ninguna situación carece de lecciones, ninguna en absoluto. Todas las situaciones están preñadas, pero esto es algo que tienes que descubrir; superficialmente puede no parecer que es así. Tienes que estar alerta, tienes que mirar todos los aspectos de la situación.

A uno de los grandes maestros sufíes, Junnaid, le preguntaron cuando se estaba muriendo… su primer discípulo se acercó a él y le preguntó: «Maestro, nos dejas. Siempre hemos tenido una pregunta en mente pero nunca hemos tenido coraje suficiente para hacértela. ¿Quién fue tu Maestro? Todos tus discípulos sentimos esa curiosidad porque nunca te hemos oído hablar de tu Maestro».

Junnaid abrió los ojos y dijo: —Me resultará muy difícil responder porque he aprendido de casi todos. Toda la existencia ha sido mi Maestra. He aprendido de cada suceso ocurrido en mi vida. Y estoy contento de todo lo que me ha ocurrido, porque gracias a todo ese aprendizaje he llegado.

Para satisfacer vuestra curiosidad os voy a dar tres ejemplos. El primero: tenía mucha sed y me dirigía hacia el río con mi cuenco, mi única posesión. Cuando llegué al río, un perro vino corriendo, saltó al río y comenzó a beber.

Discípulo

Le observé un momento y arrojé el cuenco lejos de mí; me di cuenta de que era inútil. Un perro puede vivir sin él. Yo también salté dentro del río y bebí todo lo que quise. Como había saltado al río, todo mi cuerpo se refrescó. Me senté en el río durante unos segundos, di las gracias al perro y toqué sus pies con profundo respeto porque me había enseñado una lección.

Lo había dejado todo, todas las posesiones, pero tenía cierto apego por mi cuenco. Era muy hermoso, bellamente tallado y siempre pensaba que alguien podría robármelo. De noche lo ponía debajo de mi cabeza, como almohada, para que nadie me lo quitara. Era mi último apego, y el perro me ayudó. Quedó muy claro: si un perro puede arreglárselas sin cuenco de mendigar… Yo soy un hombre, ¿por qué no iba a poder arreglármelas? Aquel perro fue uno de mis Maestros.

Segundo —dijo Junnaid— me perdí en el bosque y cuando llegué al pueblo más cercano ya era media noche. Todo el mundo estaba dormido. Deambulé por allí para ver si encontraba a alguien despierto que pudiera darme cobijo, hasta que me encontré con un hombre. Le dije: —Parece que tú y yo somos los únicos que estamos despiertos en todo el pueblo. ¿Puedes acogerme esta noche?

El hombre dijo: —Puedo ver por tu túnica que eres un monje sufí…»

La palabra sufí viene de suf; suf significa lana, una prenda de lana. Los sufíes han utilizado prendas de lana durante siglos; de ahí viene su nombre, de la ropa que llevan. El ladrón dijo: —Puedo ver que eres un sufí y me siento un poco avergonzado de llevarte a mi casa. Estoy más que dispuesto, pero debo advertirte quién soy. Soy un ladrón; ¿te gustaría ser el invitado de un ladrón?

Junnaid dudó un momento. El ladrón dijo: —Mira, es mejor que te lo haya dicho. Parece que dudas. El ladrón está dispuesto pero el místico duda de entrar en casa de un ladrón, como si el místico fuera más débil que el ladrón. De hecho, soy yo el que debería tener miedo de ti: ¡Podrías cambiarme, podrías transformar mi vida! Invitarte supone un riesgo para mí, pero no tengo miedo. Te doy la bienvenida. Ven a mi casa. Come, bebe, duerme y quédate el tiempo que desees porque vivo solo y gano lo suficiente. Puedo mantener a otra persona. Y será muy agradable charlar contigo de las grandes cosas. Pero pareces dudar.

Y Junnaid se dio cuenta de que lo que el ladrón le decía era verdad. Pidió perdón. Tocó los pies del ladrón y dijo: —Sí, mi enraizamiento en mi propio ser aún es muy débil. Eres un hombre fuerte y me gustaría ir a tu casa. Y me gustaría quedarme un poco más, no sólo esta noche. ¡Yo también quiero fortalecerme!

—¡Vamos! —dijo el ladrón. Alimentó al sufí, le dio de beber, le ayudó a prepararse la cama y le dijo: —Ahora me iré. Tengo que hacer mi trabajo. Vendré temprano por la mañana. El ladrón volvió a primera hora de la mañana. Junnaid le preguntó: —¿Has tenido éxito?

—No, hoy no, pero mañana ya veremos —dijo el ladrón.

Y esto continuó durante treinta días: el ladrón salía cada noche y volvía cada mañana con las manos vacías. Pero nunca estaba triste ni frustrado —ni un signo de fracaso en el rostro, siempre estaba feliz— y decía: —No importa. He puesto lo mejor de mí en el intento. Hoy no he podido encontrar nada pero mañana volveré a intentarlo. Y, Dios mediante, mañana puede suceder lo que no ha sucedido hoy.

Al mes, Junnaid se fue, y durante años trató de alcanzar la realización, aunque siempre fracasaba. Pero cuando pensaba en abandonar su proyecto, se acordaba del ladrón con su cara sonriente diciendo: «Dios mediante, lo que no ha sucedido hoy puede suceder mañana».

Recuerdo que el ladrón fue uno de mis mayores Maestros —dijo Junnaid—. Sin él no sería lo que soy.

Y tercero —dijo Junnaid— entré en un pueblecito. Un niño llevaba una vela encendida. Evidentemente iba hacia algún pequeño templo de la localidad para dejar la vela ardiendo durante la noche.

Y Junnaid le preguntó: —¿Puedes decirme de dónde viene la luz? Has encendido la vela, de modo que has tenido que verlo. ¿Cuál es la fuente de la luz?

—¡Espera! —dijo en niño riéndose, y apagó la vela delante de Junnaid—. ¿Has visto cómo se ha ido la luz? ¿Puedes decirme adónde ha ido? Si me dices adónde ha ido, te diré de dónde viene, porque es el mismo lugar. Ha vuelto a su fuente.

—He estado con grandes filósofos pero nadie me ha dicho algo tan hermoso: ‘Ha vuelto a su fuente’. Todo acaba volviendo a su fuente. Además, el niño me ha hecho tomar conciencia de mi ignorancia. Estaba tratando de gastarle una broma y he salido trasquilado. Me ha mostrado que plantear preguntas necias —¿de dónde ha venido la luz?— no es inteligente. Viene de ninguna parte, de la nada; y vuelve a ninguna parte, a la nada.

Toqué los pies del niño —continuó Junnaid—. Él se quedó sorprendido y dijo: —¿Por qué me tocas los pies? —Eres mi Maestro —respondió Junnaid—, me has enseñado algo. Me has dado una gran lección, una gran comprensión.

Desde ese momento he estado meditando sobre la nada y, poco a poco, he ido entrando en ella. Y ahora llegará el momento final en que la vela se apagará, la luz se apagará. Y yo sé dónde voy; a la misma fuente.

Recuerdo a ese niño con profundo agradecimiento. Todavía puedo verlo delante de mí, soplando su vela.

09. El Milagro Más Grande.
Sobre las tentaciones de los poderes espirituales

Hacer un milagro es genial, pero no lo suficientemente genial. Hacer un milagro es seguir estando en el mundo del ego. La verdadera grandeza es tan ordinaria que no pretende nada; es tan ordinaria que nunca trata de probar nada.

Un hombre vino a Lin Chi y dijo: —Mi Maestro es un gran psíquico. ¿Qué me dices del tuyo? ¿Qué puede hacer tu Maestro? ¿Qué milagros?

—¿Qué milagros ha estado haciendo tu Maestro? —preguntó Lin Chi.

El discípulo dijo: —Un día me dijo que fuera a la otra orilla del río y estaba allí con un papel en la mano. El río era muy ancho, más de un kilómetro. Él estaba de pie en la otra orilla; desde allí empezó a escribir con una pluma y su escritura se plasmó sobre el papel que yo sostenía. Esto lo he visto con mis propios ojos, ¡soy testigo de ello! ¿Qué puede hacer tu Maestro?

—Cuando tiene hambre come, cuando tiene sueño duerme —dijo Lin Chi.

—¿De qué me estás hablando?, —dijo el hombre—. ¿Y a eso le llamas milagro? ¡Todo el mundo lo hace!

tentaciones

Lin Chi continuó: —No, nadie lo hace. Cuando duermes, haces otras mil cosas. Cuando comes, estás pensando en otras mil cosas. Cuando mi maestro duerme, simplemente duerme; no da vueltas ni se agita, ni siquiera sueña. En ese momento sólo existe el sueño, nada más. Y cuando tiene hambre come. Siempre está donde está.

¿Para qué sirve escribir de una orilla del río a la otra? Eso es algo que sólo interesaría a personas muy estúpidas. ¿Por qué lo hace?

Alguien fue a Ramakrishna y le dijo: —Mi maestro es un gran hombre. Puede caminar sobre el agua.

—¡Eso es estúpido!, —dijo Ramakrishna—. Yo puedo ir al barquero y por dos peniques me cruza a la otra orilla. Tu Maestro es un loco. Ve y dile que no pierda su vida. Eso es algo que se puede hacer con toda facilidad.

Pero la mente siempre está deseando. La mente no es más que deseo, anhelo de que ocurra algo. A veces piensa en el dinero, en tener más dinero, una casa más grande, en ser más respetable, en tener más poder político. Después uno gira hacia la espiritualidad y la mente sigue siendo la misma. Ahora uno quiere más poderes psíquicos: telepatía, clarividencia y todo tipo de tonterías. Pero la mente sigue siendo la misma; quieres más. El mismo juego continúa…

Ahora se trata de telepatía, clarividencia o poderes psíquicos: «Si puedes hacer tal cosa, yo puedo hacer más. Puedo leer la mente de la gente a miles de kilómetros de distancia».

La vida en sí misma es un milagro, pero el ego no está dispuesto a aceptarlo. Quiere hacer algo especial, algo que nadie más haga, algo extraordinario.

10. Valía.
Sobre las virtudes de la inutilidad

No te preocupes demasiado por los fines utilitarios. Más bien, recuerda constantemente que no estás aquí, en la vida, para ser un objeto. No estás aquí para tener utilidad; eso está por debajo de tu dignidad. No estás aquí para ser cada vez más eficiente, sino para estar cada vez más vivo; estás aquí para ser cada vez más inteligente; estás aquí para ser cada vez más feliz, extáticamente feliz.

Lao Tse iba viajando con sus discípulos y llegaron a un bosque donde había cientos de leñadores contando troncos porque se estaba construyendo un gran palacio.

Habían cortado casi todo el bosque, pero queda un árbol, un gran árbol con miles de ramas, tan grandes que su sombra podía cobijar a diez mil personas. Lao Tse pidió a sus discípulos que averiguaran por qué aquel árbol no se había cortado todavía cuando el resto del bosque había sido talado y no quedaba nada.

Valía

Los discípulos fueron y preguntaron a los leñadores: —¿Por qué no habéis cortado este árbol?

—Este árbol es totalmente inútil —dijeron los leñadores—. No se puede hacer nada con él porque las ramas tienen muchos nudos. No hay ni un tramo recto. No se pueden construir pilares con él ni se pueden fabricar muebles. Tampoco se puede quemar su madera porque el humo es muy malo para los ojos, casi te puede dejar ciego. Este árbol es absolutamente inútil. Por eso no lo hemos cortado.

Los discípulos volvieron. Lao Tse se rió y dijo: —Sed como este árbol. Si queréis sobrevivir en el mundo sed como este árbol, absolutamente inútiles. Entonces nadie os hará daño. Si sois rectos os cortarán, alguien os convertirá en muebles. Si sois preciosos alguien os venderá en el mercado, os convertiréis en un bien de consumo. Sed como este árbol, absolutamente inútiles. Entonces nadie os podrá hacer daño. Y creceréis grandes y fuertes, y podréis dar sombra a miles de personas.

La lógica de Lao Tse es muy distinta de la lógica de tu mente. Él dice: sé el último. Muévete en el mundo como si no fueras. Sé un desconocido. No trates de ser el primero, no compitas, no trates de probar tu valía. No hace falta. Sé inútil y disfruta.

Por supuesto que es muy poco práctico. Pero si llegas a entenderle, te darás cuenta de que es muy práctico a otro nivel, en la profundidad: porque la vida es para disfrutar y celebrar, la vida no es un bien de consumo en el mercado; debería ser como la poesía, como una canción, como una danza.

Lao Tse dice: si tratas de ser muy listo, si tratas de ser muy útil, serás utilizado. Si tratas de ser muy práctico, de un modo u otro te pondrás las riendas, porque el mundo no puede dejar en paz al hombre práctico. Lao Tse dice: abandona todas esas ideas. Si quieres ser un poema, un éxtasis, olvídate de la utilidad. Sé sincero contigo mismo.