Ley del dar.

Ley del dar.

Ley del dar. Este artículo en audio

La Ley del Dar es un principio espiritual y filosófico que sugiere que al dar de forma desinteresada y generosa a los demás, uno experimenta un flujo de abundancia y prosperidad en su vida. Este principio se basa en la idea de que el universo es un sistema interconectado donde todo está en constante intercambio y circulación.

Según la Ley del Dar, cuando damos sin esperar nada a cambio, abrimos nuestro corazón y nos conectamos con la energía del amor y la generosidad. Al hacerlo, creamos un flujo de energía positiva que no solo beneficia a los demás, sino que también nos trae beneficios personales.

Es importante destacar que la Ley del Dar no se trata solo de dar en términos materiales o económicos. También implica dar amor, compasión, tiempo, atención, apoyo emocional o cualquier otra forma de contribución que pueda ser valiosa para los demás. Se trata de dar desde un lugar de genuina generosidad y desprendimiento, sin expectativas de recibir algo específico a cambio.

La Ley del Dar no sugiere que debemos dar indiscriminadamente sin tener en cuenta nuestras propias necesidades y límites. Es importante establecer límites saludables y asegurarnos de cuidar de nosotros mismos para poder seguir dando de manera sostenible.

Cuando practicamos la Ley del Dar, estamos alineándonos con los principios de la abundancia y la gratitud. Al reconocer y valorar lo que tenemos y compartirlo con los demás, abrimos espacio para recibir más en nuestras vidas. Además, el acto de dar puede generar una sensación de alegría, satisfacción y conexión profunda con los demás, lo que enriquece nuestra propia experiencia de vida.

En resumen, la Ley del Dar es un principio que sugiere que, al dar de forma desinteresada y generosa, uno experimenta un flujo de abundancia y prosperidad en su vida. Al practicar la generosidad y compartir nuestras bendiciones con los demás, podemos abrirnos a un sentido más profundo de conexión, gratitud y abundancia en nuestras vidas.

Ley del dar.
 
El universo opera por medio de un intercambio dinámico. Dar y recibir son aspectos diferentes del flujo de energía en el universo y si estamos dispuestos a dar aquello  que buscamos, mantendremos la abundancia del universo circulando en nuestra vida.
 
Nada es estático. Nuestro cuerpo está en intercambio dinámico y constante con el cuerpo del universo; nuestra mente mantiene una interacción dinámica con la mente del cosmos; nuestra energía es una expresión de la energía del cosmos.
 
El flujo de la vida no es otra cosa que la interacción armonioso de todos los elementos y las fuerzas que estructuran el campo de la existencia.
 
Esta armoniosa interacción de los elementos y las fuerzas de la vida opera a través de la ley del dar. Puesto que nuestro cuerpo, nuestra mente y el universo mantienen un constante y dinámico intercambio, frenar la circulación de la energía es como frenar el flujo sanguíneo.
 
Por ello debemos dar y recibir a fin de mantener la riqueza, la abundancia, la prosperidad o cualquier cosa que deseamos en la vida circulando permanentemente.
 
En toda semilla está la promesa de miles de bosques. Pero la semilla no debe ser acaparada; ella debe dar su inteligencia al suelo fértil. A través de su acción de dar, su energía invisible fluye para convertirse en una manifestación material.
 
Cuanto más demos más recibiremos, porque mantendremos la abundancia del universo circulando en nuestra vida. En realidad, todo lo que tiene valor en la vida se multiplica únicamente cuando es dado. Lo que no se multiplica a través del dar, ni vale la pena darse, ni vale la pena recibirse.
 
Si al dar sentimos que hemos perdido algo, el regalo no ha sido dado en realidad, y entonces no generará abundancia. Cuando damos a regañadientes, no hay energía detrás de nuestro acto de dar.
 
Al dar y al recibir, lo más importante es la intención. La intención debe ser siempre crear felicidad para quien da y para quien recibe, porque la felicidad sostiene y sustenta la vida y, por tanto, genera abundancia. La retribución es directamente proporcional a lo que se da, cuando el acto es incondicional y sale del corazón.
 
Por eso el acto de dar debe ser alegre, la actitud mental debe ser tal que se sienta alegría en el acto mismo de dar. De esa manera, la energía que hay en el acto de dar aumenta muchas veces más.
 
Si deseamos alegría, démosle alegría a los otros; si deseamos amor, aprendamos a dar amor; si deseamos atención y aprecio, aprendamos a prestar atención y a apreciar a los demás; si deseamos riqueza material, ayudemos a otros a conseguir esa riqueza. En realidad la manera más fácil de obtener lo que deseamos es ayudar a los demás a conseguir lo que ellos desean.
 
Si deseamos recibir el beneficio de todas las cosas buenas de la vida, aprendamos a desearle en silencio a todo el mundo todas las cosas buenas de la vida. Incluso la sola idea de dar, el simple deseo, o una sencilla oración, tienen el poder de afectar a los demás.
 
Esto se debe a que nuestro cuerpo, reducido a su estado esencial, es un haz individual de energía e información en medio de un universo de energía e información.
 
 Somos haces individuales de conciencia en medio de un universo consciente. La palabra «conciencia» implica mucho más que energía e información, implica una energía y una información que viven en forma de pensamiento.
 
Por tanto, somos haces de pensamiento en medio de un universo pensante. Y el pensamiento tiene el poder de transformar.
 
La vida es la danza eterna de la conciencia, que se manifiesta como un intercambio dinámico de impulsos de inteligencia entre el microcosmos y el macrocosmos, entre el cuerpo humano y el cuerpo universal, entre la mente humana y la mente cósmica.
 
 Cuando aprendemos a dar aquello que buscamos, activamos esa danza y su coreografía con un movimiento exquisito, enérgico y vital, que constituye el palpitar eterno de la vida.
 
La mejor manera de hacerlo es tomando la decisión de que cada vez que entremos en contacto con una persona, le daremos algo. No es necesario que sean cosas materiales; podría ser una flor, un cumplido o una oración. En realidad, las formas más poderosas de dar no son materiales.
 
Obsequios como interesarse, prestar atención, dar afecto, aprecio y amor, son algunos de los más preciados que se pueden dar, y no cuestan nada. Cuando nos encontremos con alguien, enviémosle en silencio un buen deseo por su felicidad, alegría y bienestar. Esta forma de generosidad silenciosa es muy poderosa.
 
Tomemos la decisión de dar en todo lugar a donde vayamos, y a quien quiera que veamos. Mientras estemos dando, estaremos recibiendo. Cuanto más demo, más confianza tendremos en los efectos milagrosos de esta ley. Y a medida que recibamos más, también aumentará nuestra capacidad de dar.
 
Nuestra verdadera naturaleza es de prosperidad y abundancia; somos naturalmente prósperos porque la naturaleza provee a todas la necesidades y deseos. No nos falta nada porque nuestra naturaleza esencial es la potencialidad pura, las posibilidades infinitas.
 
Por consiguiente, debemos saber que ya somos intrínsecamente ricos, independientemente de cuánto dinero tengamos, porque la fuente de toda riqueza es el campo de la potencialidad pura, es la conciencia que sabe cómo satisfacer cada necesidad, incluyendo la alegría, el amor, la risa, la paz, la armonía y el conocimiento.
 
 Si vamos en pos de estas cosas primero, no solamente para nosotros mismos, sino para los demás, todo lo demás nos llegará espontáneamente.

El Perdón    
 
Perdonar no significa aceptar que un comportamiento fue el adecuado, ni ignorar un daño que ya está hecho. Perdonar significa reconocer que cada persona hace lo mejor que puede en cada momento con la información y herramientas que tiene en ese momento. Es un camino para liberar esa actuación, a la otra persona, y a nosotros mismos. Liberar el pasado, es el único camino para volver al presente y poder disfrutarlo.
Es humano equivocarse y es de consciencia elevada reconocer que es así y perdonar. Quizás no sea fácil y nos costará un tiempo y unos ejercicios. Lo que es realmente importante es la disposición a perdonar.

Perdonar no deja de ser una decisión egoísta. Si nos cuesta encontrar motivos más espirituales, podemos decidirnos a perdonar porque nos reconectará con nuestra esencia, nos ayudará a recobrar nuestra alegría, serenará nuestra mente etc. Es la puerta de nuestra liberación emocional.

EJERCICIO DEL PERDON.
Haz una lista de todas las personas con quienes estás enfadad@ y enumera todo lo que han hecho. Puedes incluirte también a ti y a todas tus actuaciones que consideres poco dignas. Este ejercicio es un revulsivo totalmente liberador. Cuando tengas tu lista, créate un espacio de total intimidad donde no puedan molestarte y ponte una música suave que te inspire. Pon un reloj con alarma y date un tiempo de cinco minutos.

Cierra los ojos, respira profundamente y durante ese tiempo enumera tu lista (aunque de memoria) diciendo, por ejemplo: «perdono a mi padre, por no estar cuando le necesitaba», «»perdono a mi hermano por competir siempre conmigo y hacerme sentir inferior», «me perdono a mí por no haber estado a la altura y haber perdido mi trabajo» etc. Por cada frase que digas, imagínate que la Vida está contigo y te responde: «Gracias, yo te libero». Si alguien quiere hacer este ejercicio contigo, os podéis coger de las manos y que la otra persona sea la Vida y vaya repitiendo en voz alta la frase cada vez que tu enumeres un hecho de tu lista. No pares de decir cosas mientras no pare el reloj. Permítete llorar si te apetece.

Cuando acabes, deja la música puesta y date unos minutos para sentir el júbilo del perdón. ¿Te sientes más ligero? ¿Más feliz? ¿Igual como antes? Deja que surja lo que sea y anota tus impresiones, si te apetece. Puedes repetir este ejercicio de vez en cuando. Verás que a veces te sorprenden tus propias respuestas y en tu lista habías escrito unas cosas y luego con los ojos cerrados tu corazón suelto otras de las que quizás ni te acordabas, pero siguen gravadas a nivel inconsciente. ¿Interesante, ¿no?